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11.6: Desarrollo de los gestos

  • Page ID
    194007
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    Gesticulación

    Los bebés y los niños pequeños utilizan diversos gestos para comunicarse. Los gestos implican movimientos del cuerpo, especialmente de los dedos, las manos y la cabeza, que se interpretan como una forma de comunicación intencionada (Iverson & Thal, 1998). Los niños suelen producir dos tipos principales de gestos: deícticos y de representación (Iverson & Thal, 1998). Los gestos deícticos, como señalar, establecen una referencia para indicar o llamar la atención sobre algo y pueden utilizarse para denotar una amplia gama de significados en el entorno más cercano (Bates, Camaioni & Volterra, 1975). Los bebés empiezan a utilizar gestos para señalar en la segunda mitad de su primer año de vida y, por lo general, antes de empezar a hablar. Los bebés pueden utilizar primero la señalización con la mano entera, en la que el brazo y la mano se extienden hacia un referente, seguidos de la señalización con el dedo índice, en la que el brazo y el dedo índice se extienden claramente hacia un referente (Lock et al., 1990; Liszkowski & Tomasello, 2011; Lüke et al., 2017). [1] [2]

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    Figura \(\PageIndex{1}\): Ejemplos de bebés señalando con la mano entera y con el dedo índice ([3]).

    FEl segundo tipo principal de gestos, los gestos de representación, identifican un referente y tienen un significado semántico fijo. Los gestos de representación pueden incluir (a) gestos convencionales definidos culturalmente (por ejemplo, sacudir la cabeza para decir “no” o saludar con la mano para decir “adiós”), (b) gestos simbólicos (por ejemplo, mover los brazos en el aire para representar un avión volando), o (c) signos de bebé, que implican movimientos de la mano enseñados deliberadamente por una persona adulta (por ejemplo, juntar las manos y golpear con la punta de los dedos para indicar “más”). Los gestos brindan a los bebés y niños pequeños una forma de referirse a los objetos y a los acontecimientos mientras desarrollan el lenguaje hablado, y ofrecen a las personas que los cuidan la oportunidad de responder de forma contingente a los gestos del niño y traducirlos en palabras (Dimitrova et al., 2016). Estas influencias bidireccionales entre los niños y las personas encargadas del cuidado ayudan a escalonar el desarrollo de la comunicación y el lenguaje (LeBarton & Iverson, 2017). [1]

    Aunque la gesticulación puede ser una forma de comunicación preverbal, el uso de gestos sigue creciendo a lo largo de la niñez, incluso con el inicio y desarrollo del lenguaje expresivo de los niños. En la Figura \(\PageIndex{2}\), se ve la cantidad de gestos producidos por un gran grupo de niños pequeños que hablan hebreo. En cada mes del segundo año de vida, algunos niños pequeños producen muy pocos gestos, mientras que otros producen muchos. Por ejemplo, a los diecinueve meses de edad, el promedio es de unos cuarenta gestos. El promedio es un punto medio que separa las puntuaciones más altas de las más bajas. Por lo tanto, en este gráfico se pueden ver las grandes diferencias en el número de gestos que producen los niños pequeños, ya que algunos solo produjeron alrededor de treinta gestos a los diecinueve meses mientras que otros produjeron casi el doble. [4]

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    Figura \(\PageIndex{2}\): Cantidad de gestos producidos por una muestra de 881 niños nativos de habla hebrea en el segundo año de vida. De acuerdo con los resultados, a medida que aumentaba la edad, crecía la brecha entre los niños pequeños con los cuantiles más bajos y más altos en cuanto al número de palabras producidas por cada grupo. La diferencia entre el número de palabras producidas por los niños pequeños entre los cuantiles 0,10 y 0,90 a los doce meses era de 24 palabras, mientras que la diferencia entre el número de palabras producidas por los niños pequeños en los mismos cuantiles a los veinticuatro meses era de 279 palabras ([4])

    Los gestos y su relación con la adquisición del lenguaje

    Los gestos de los bebés pequeños son algo más que simples logros motores; más bien, los gestos son indicativos de un proceso dinámico y social que implica transiciones graduales en la forma en que los niños se relacionan con su entorno físico y con las personas que lo habitan. Con décadas de investigación, se ha descubierto una correlación sólida entre el uso de los gestos y el desarrollo posterior del lenguaje receptivo (Rowe & Goldin-Meadow, 2009; Rowe, Ozcaliskan, & Goldin-Meadow, 2008; Watt, Wetherby, & Shumway, 2006) y del lenguaje expresivo (Iverson & GoldinMeadow, 2005; Rowe & Goldin-Meadow, 2009). Brooks y Meltzoff (2008) ofrecen una posible explicación del poder predictivo de los gestos tempranos para los resultados posteriores del lenguaje. Argumentan que señalar tiene una función bidireccional; ayuda a los bebés al proporcionarles una herramienta comunicativa, y hace que las personas encargadas del cuidado sean más propensas a decir el nombre de lo que el niño señala y fomentar así las habilidades lingüísticas del bebé. Además, al gesticular, los niños pueden captar y mantener la atención de la persona adulta, lo que establece así nuevas oportunidades de aprendizaje del lenguaje (Bates et al., 1979;Capone & McGregor, 2004). Señalar al principio del segundo año se relaciona con el inicio de la comprensión y la producción de palabras, y desempeña un papel clave en la coordinación de la atención hacia las personas, los objetos y los eventos con otras personas y a los nombres asociados a ellos (Sansavini et al., 2010); Tomasello et al., 2007). Por lo tanto, es posible que los bebés que señalan con menos frecuencia tengan menos oportunidades de iniciar y mantener la atención compartida con las personas encargadas del cuidado y asociar nombres con sus referentes en las interacciones diarias. [5] [1] [6] [7]

    Los gestos y su relación con el retraso del lenguaje

    Además de que la gesticulación tiene una correlación positiva con las habilidades lingüísticas posteriores, los gestos también son indicativos de niños con retrasos y discapacidades en el desarrollo. Se ha informado de un menor uso de gestos por parte de niños pequeños con retrasos en el lenguaje en las primeras etapas del desarrollo (Hsu & Iyer, 2016; Iverson et al., 2018; Lüke et al., 2017; Manwaring et al., 2019). El retraso del lenguaje puede identificarse entre los dieciocho y los 36 meses en niños pequeños con vocabularios expresivos limitados, equivalentes al percentil 10 o inferior en comparación con los valores normativos, y que no presentan discapacidades cognitivas, neurológicas, socioemocionales o sensoriales (Rescorla, 2011). Las investigaciones sugieren que una menor tasa de señalamiento en la niñez puede ser un marcador temprano de retraso del lenguaje (Lüke et al., 2017; Sansavini et al., 2019). La menor producción de gestos comunicativos entre los dieciocho y los veintiocho meses de edad también distingue a los que comienzan a hablar verdaderamente tarde de los que tienen un “comienzo del desarrollo tardío” (su desarrollo del lenguaje se retrasa al principio, pero finalmente se pone al día), lo que pone de relieve el valor predictivo de las medidas del uso de gestos para las habilidades lingüísticas expresivas posteriores (Thal & Tobias, 1992). En conjunto, estos resultados resaltan la importancia de los gestos en el segundo año como un índice potencial de la adquisición posterior del lenguaje y del retraso. [1] [7]

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    Figura \(\PageIndex{3}\): Niña pequeña produciendo un gesto. ([8])

    Los gestos y su relación con el trastorno del espectro autista

    El trastorno del espectro autista (TEA) es una afección del desarrollo que puede causar importantes problemas sociales, de comunicación y de comportamiento. Los déficits gestuales se han identificado como uno de los primeros indicadores de comunicación social del TEA (Iverson et al., 2018; Mitchell et al., 2006; Yirmiya & Charman, 2010). Los niños pequeños con TEA pueden presentar una dificultad particular con los gestos deícticos en comparación con los niños pequeños de desarrollo típico (LeBarton & Iverson, 2016; Manwaring et al., 2018; Özçalişkan, Adamson, & Dimitrova, 2016). En los estudios de los bebés con mayor riesgo genético de TEA (debido a que tienen un hermano mayor diagnosticado con TEA), se indica que el uso reducido de gestos está presente en la infancia (Mitchell et al., 2006) y persiste en el tiempo (Iverson et al., 2018) en los bebés que luego reciben un diagnóstico de TEA. Hay pruebas emergentes que demuestran que las habilidades sociocomunicativas en el TEA no difieren en gran medida del desarrollo típico durante el primer año de vida, con resultados idénticos para los bebés de desarrollo típico y los de alto riesgo que luego reciben un diagnóstico de autismo (Rogers, 2009; Elsabbagh and Johnson, 2016). Este curso, sin embargo, comienza a divergir poco después, con una disminución constante de las tasas de crecimiento tanto de la producción gestual como del lenguaje (Iverson et al., 2017) y una disminución de la participación social en los niños pequeños a los que luego se les diagnostica TEA. [9] [1] [6]


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